Colegio "América"
 
Quevedo-Los Ríos
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Historia
HISTORIA DEL COLEGIO AMÉRICA

 

Hace trece años se tomó la decisión de retirar la comunidad de hermanos que estaba centrada en el trabajo educativo en la Escuela y el Colegio “América” de Quevedo para reorganizar fuerzas y replantear las presencias maristas en Ecuador. La obra marista siguió caminando liderada por los laicos y, ante la ausencia física de los hermanos, muchos laicos y laicas tomaron mayor conciencia de su papel de educadores cristianos y maristas.

En este contexto, algunos de los docentes del Colegio América se acercaron al Centro de Rehabilitación de Quevedo para realizar allí un trabajo de refuerzo escolar con los niños que vivían junto a sus madres en ese Centro Penitenciario.

El contacto cercano, la entrega diaria y el cariño que fue surgiendo sensibilizaron a estos docentes y les llevó a pensar en algún proyecto que pudiera acoger a esos niños y niñas que estaban condenados a vivir en la reclusión por los errores que sus progenitores pudieron haber cometido. Pensaron que sería bonito conseguir una casa que pudiera convertirse en “un hogar” para esos niños.

La idea fue madurando y viendo el entusiasmo, la entrega y la mística que manifestaban di el visto bueno al proyecto que inició en el 1999 en una casa alquilada.

La verdad que, en un momento, pasó por mi mente la idea de que todo era fruto de fervores momentáneos y que difícilmente cuajaría en algo estable y con proyección de futuro.

Sin embargo, varias profesoras, algunas presentes aquí y otras ausentes, demostraron tener una convicción sólida, una entrega desinteresada y una voluntad de hierro.

Con una dedicación admirable, una generosidad sin límites y un espíritu de servicio asombroso este estupendo equipo de docentes del Colegio América fue haciendo realidad el sueño que habían tenido.

En septiembre del 2001 los hermanos deciden regresar a Quevedo y constituir una nueva comunidad marista. En su discernimiento y con el deseo de dedicarse lo más directamente posible al servicio de los más necesitados, deciden involucrarse totalmente en el proyecto que ya había nacido para atender a niños cuyos papás se encuentran en la cárcel.

Con su presencia, el proyecto que había nacido específicamente para atender a hijos de reclusos se amplía a niños abandonados, en contextos de pobreza extrema o en situaciones de riesgo. Se quiere que todos ellos puedan tener la experiencia de vivir en un “hogar”, de sentir lo que es una “familia”.

Por eso no se piensa en un típico internado donde se recojan a decenas de niños y niñas, ¡no! el deseo es brindar una familia a cada niño y eso sólo se puede hacer en una casa que sea una familia. Será un grupo de 6 a 8 niños que vivirán en una casa con una educadora que será su “mamá” y que recibirán la visita, el acompañamiento y el apoyo de otro montón de personas de buena voluntad involucrados en el Proyecto.

La misma comunidad de los hermanos se constituirá en una Casa-Familia y con ellos vivirán ochos niños y niñas compartiendo el calor del hogar.

Nace así el Proyecto Casas-Familia “San Marcelino Champagnat”.

Los inicios, al igual que la misma comunidad marista fundada por Marcelino Champagnat unos 190 años antes en La Valla-Francia, estuvieron marcados por la sencillez y la pobreza. Muchos de los aquí presentes lo recuerdan bien.

Hoy las cosas han mejorado y podemos alegrarnos al entregar al Proyecto Casas-Familia estas hermosas construcciones para que puedan hacerse realidad aquí los sueños de tantos de ustedes que han entregado lo mejor de sus vidas al servicio de estos niños y jóvenes.

Sin embargo, aquí no termina todo. Hemos hecho lo más fácil, la construcción física de las casas. Ahora les toca a ustedes asegurar que sigan siendo “hogares” donde reine la alegría, las relaciones cariñosas y las condiciones educativas propias de una familia. Que sean casas de verdaderas familias.

Iniciamos sí, otra etapa del proyecto. Nuestra preocupación mayor ya no serán los locales donde vivir o la implementación física de los mismos. Ahora tendremos que preocuparnos de darle sentido a lo que hemos hecho. Nos toca construir hogares donde antes sólo había casas, formar familias donde antes había niños y niñas con frecuencia golpeados por la vida.

Sé que lo hemos estado haciendo esto todos estos años, pero… con casas nuevas, nuestro compromiso debe renovarse y consolidarse.

Con frecuencia me gusta recordar la historia que leí en algún lugar: El jefe de la tribu estaba ya muy anciano y enfermo. Sintiendo que su vida se acababa, llamó a sus dos hijos y les dijo: “Mi fin se acerca y debo asegurar el futuro de nuestro pueblo. Así pues, vayan a la montaña sagrada y regresen aquí con lo mejor que encuentren para mí y para el pueblo. Aquél de ustedes que traiga el mejor obsequio, será el próximo jefe de la tribu”.

Los dos jóvenes se fueron.

Al cabo de tres días regresaron los hermanos. El mayor de ellos traía una orquídea rarísima nunca vista antes por nadie. Era un ejemplar único que, vendido, seguramente podía proporcionar una gran cantidad de dinero. Traía, además, una pareja de aves exóticas que casi nadie había logrado contemplar de cerca. Realmente eran un tesoro. Para terminar, puso a los pies de su padre una piedra rarísima y especial. En ella los rayos del sol se reflejaban y dividían en innumerables colores de diversas tonalidades. Ciertamente era una piedra preciosa por la que pagarían mucho dinero que podría servir para el progreso de la tribu.

El hermano menor, en cambio, no traía ningún regalo. Bajando los ojos, sólo pudo balbucear: “Disculpa mi negligencia padre, pero de acuerdo a tu deseo subí hasta lo más alto de la montaña sagrada y allí, al mirar para el otro lado, descubrí un valle hermosísimo cruzado por un río de aguas cristalinas. Por lo que pude apreciar, el torrente riega una tierra extensa y fértil y a sus orillas crecen todo tipo de plantas y árboles frutales. Al contemplar ese paisaje maravilloso me quedé extasiado y me distraje pensando que podría ser un lugar ideal para que nuestra tribu se asentase en el futuro”.

El anciano padre le dijo: “Tú serás hijo, el próximo jefe de la tribu porque has traído a nuestro pueblo el mejor regalo posible. Más que cosas que se acaban con el tiempo, has sabido soñar con un futuro, despertar nuestra esperanza y vislumbrar el mañana que todos aspiramos”.

Sí. Que cada una de estas casas sea un centro de esperanza, un refugio para los niños y niñas golpeados por diversas circunstancias de la vida.

Todos ellos tienen derecho a una oportunidad y nosotros estamos dispuestos a proporcionársela. Tenemos que ayudar a estos niños a construir su mañana a soñar nuevos sueños, a perseguir estrellas, a descubrir utopías en su corazón. Gracias a Dios todavía hay en nuestra tierra muchas semillas que sembrar y en Quevedo muchos corazones generosos dispuestos a hacerlo.

Permitidme en este momento un recuerdo muy especial para dos personas que ya nos han dejado: el Hno. Patricio Gálvez que perdió su vida en un fatal accidente mientras dirigía este Proyecto y que siempre soñó con ver las nuevas casas para los niños. Fue el alma y motor de este proyecto mientras estuvo con nosotros. A él dedicó sus mejores fuerzas y sus últimos años de vida. ¡Hoy, Patricio hacemos realidad tu sueño!.

Otra persona especial de quien quiero acordarme en este momento es el Profesor Humberto Bazurto. Nos dejó hace unas semanas, pero desde el cielo nos contempla al lado de San Marcelino y sigue siendo nuestro compañero y apoyo, así como lo fue en la tierra. Humberto acompañó desinteresadamente a los niños y disfrutó de su presencia y sus juegos. Hoy siguen haciéndolo desde el más allá.

Les invito a seguir haciendo realidad en Quevedo las intuiciones e intenciones de Champagnat, a entusiasmarse con sus ideales, a seguir siendo fieles en Los Ríos al sueño que Marcelino tuvo para todos los maristas, hermanos y laicos: estar cerca de los niños y jóvenes pobres.

Que María, nuestra Buena Madre, nos bendiga a cada uno de nosotros, bendiga a nuestras familias y bendiga, muy especialmente, a todas las personas involucradas en el Proyecto Casas-Familia y particularmente a los niños y niñas que hoy se encuentran en él.

Muchas gracias.

La presencia de los Hermanos Maristas en Quevedo se acerca ya a los cuarenta y cinco años. Han sido décadas de entrega a la educación de muchas generaciones de quevedeños y quevedeñas que hoy viven y hacen patria por los distintos rincones de nuestro país.
saludo  
   
Quienes somos  
 
Los Maristas somos un grupo más de personas en la Iglesias y en el mundo.

No somos muchos, ni tampoco los mejores.

Somos, antes todo, cristianos que buscamos en comunión con todo el pueblo de Dios,la plenitud de la vida divina y hacer el bien con los demás.

Nuestra vida es muy normal; llena de debilidades y fallos, como la de cualquier ser humano...

No hay categoría especiales entre nosotros,somos hermanos de una misma familia, unidos por el amor de Maria.

 
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